Una estudiante de 10
Una
estudiante de 10
¿Ser o no ser un
estudiante brillante con excelentes calificaciones? Es un tema que seguido se
pone en la mesa para discutir. Te platico mi experiencia y el por qué descubrí
que ser un alumno de excelencia trae muchos beneficios.
Por muchos años
durante mi vida estudiantil escuché cientos de razones por las cuales no tenía
caso tener calificaciones de diez y aunque para mí la calificación no indicaba
ser la más inteligente, mantuve mi promedio por cada año en la escuela. Sin
duda apoyaba la idea de que no era sinónimo el ser inteligente a tener buenas
calificaciones, conocí estudiantes de 10 que sabían copiar muy bien.
Hace unos meses, a
más de 10 años de haber terminado mi carrera, me contactó una persona para
hacer una negociación y poder trabajar juntos. Era un estudiante de mi
universidad que un año antes había solicitado a través de un amigo un servicio
conmigo. En plena pandemia, el acuerdo me caía de perlas para ayudar a mejorar
la situación económica de mi empresa, cuando colgué, me cayó el veinte.
¿Qué me trajo ser una
alumna de 10?
Hice una
retrospección de todo lo que había conseguido por ser una alumna de 10, por
años había intentado alentar a personas a tener un buen promedio, pero no
conseguía el argumento perfecto, hasta hoy.
Mientras estudiaba la
prepa y licenciatura, escuché estadísticas de cuántas personas con excelentes calificaciones
terminaban en un trabajo “promedio” y cómo los que mantenían una media de 8
eran más “exitosos” en sus trabajos. Éste número desalentaba a muchos y
alentaba a más. Sin embargo, hoy llegué a otra conclusión después de pasar por
esa etapa de la que tanto nos hablaban los maestros.
Observé la vida de
amigos con los que estudié y sus éxitos, muchos de ellos también fueron
estudiantes brillantes, algunos trabajan en empresas reconocidas, otros
emprendieron sus empresas y otros son grandes padres de familia.
Para ser un alumno de
10 se necesita más que un número, me di cuenta que lo que mantuvimos por tantos
años de estudios no fueron grandiosas calificaciones, sino hábitos. Aprendimos
a ser constantes, cumplidos, responsables, puntuales, honestos, analíticos y
comprometidos. Esto sin duda, provocaba confiabilidad.
En un principio
pensaba que mi mayor beneficio de tener dieces en la boleta era mi beca, la
cual obtuve durante toda mi vida estudiantil, incluso se me abrieron puertas
para poder estudiar fuera del país.
Hoy me doy cuenta que
ese beneficio era mínimo con todo lo que me trajo. Dicen que los hábitos se
construyen con la constancia y el hacer todo lo necesario para mantenerme en el
cuadro de honor hizo que los desarrollara sin darme cuenta. Presentar un examen
y tener una calificación aprobatoria para mí era fácil, muchos, incluyéndome,
lo atribuíamos a que tenía una facilidad enorme para aprender, pero ahora que vi
hacia atrás, caí en cuenta que sólo fue una consecuencia más de mis acciones.
Asistir a la escuela,
poner atención, sentarme en primeras filas, hacer las tareas por más tontas que
las considerara, llegar a tiempo, tener una buena asistencia, preguntar, tomar
notas, etc. Todo fue sumando a mi vida y ¡claro!, con el tiempo las cosas eran
más fáciles porque ya tenía un chip de orden y disciplina.
Aprendí a hacer las
cosas bien sin importar de qué se tratara y eso me abrió un sinfín de
oportunidades.
Muchos de los
promedios excelentes no nos encontramos en grandes corporaciones o con puestos
reconocidos pero si envidiables. Tenemos lo que elegimos y no lo que nos
quieren dar. Te puedo decir que algunas amigas optaron por ser amas de casa,
algo que era improbable cuando teníamos 18, y te puedo asegurar que hacen su
papel de una manera impecable.
Mi conclusión es que
ser un alumno de 10 te trae más que un reconocimiento escolar o una beca, te
forja y te ayuda a crear hábitos de excelencia para la vida.
Compartiendo Con El Corazón
CCM
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